Muchas vicisitudes
ocurren en nuestro país, cosas que quizás no tomamos en cuenta por el mismo
dinamismo al que estamos atados o tal vez por la capacidad que tenemos los
venezolanos de adaptación tan impresionante e incomprensible desde mi punto de
vista. Esta “cualidad” propia de nuestra cultura se ha disipado a todos los
grupos, edades y género, y no nos permite asumir la gran mayoría de nuestros
retos, ya sea desde el punto de vista profesional, académico o personal.
Ayer estuve en el
curso introductorio del Servicio Comunitario de la carrera que estudio:
medicina, materia obligatoria para cualquier carrera de educación superior en
Venezuela. Para explicar brevemente en lo que consiste, es realizar 120 horas
de servicio comunitario adscrito a un proyecto social no menos de 3 meses y no más
de 1 año en alguna comunidad. Me llamó muchísimo la atención las estadísticas que
presentaron durante una de las ponencias, ya que para los institutos de
educación superior que maneja el gobierno venezolano (no incluye universidades
autónomas ni instituciones privadas) con una población constituida por poco más
de 63 mil estudiantes, solo había 82 proyectos inscritos, hablando en la
totalidad del país. Solo en la Universidad de Carabobo la población de
estudiantes es de 63 mil. ¿Será que esta generación de jóvenes está capacitada
para asumir la dirigencia del país?
Desde hace muchos
años, agudizándose desde el 2007, los venezolanos han tomado una postura
bastante cómoda, “dejar que los estudiantes afronten los problemas que son de
todos los venezolanos”. A partir de la coyuntura que generó el cierre de RCTV
hasta la actualidad, la vanguardia de las luchas reivindicativas en todo el
país han sido en su mayoría lideradas por miembros del Movimiento Estudiantil;
quizás el grueso de la población al verse de alguna manera representada por los
estudiantes se alejaron de las luchas, ya sea por miedo, falta de tiempo o
simplemente desidia. Pero aún más crítico es que los mismos jóvenes han dejado
de luchar por sus derechos, dejado a un lado el compromiso y el rol histórico
que nos pertenece, permitimos que otros acciones por nosotros.
Algo tan básico como
pelear y ser garantes de que las leyes se cumplan lo hemos dejado a un lado por
el desinterés y la apatía, a ese punto hemos llegado, prueba de eso tenemos las
estadísticas mostradas, ¿Cómo puede ser posible que de 63 mil estudiantes solo
haya 82 proyectos? Cuando por lo menos deberían existir mil proyectos
comunitarios que lleven programas de salud, educación, empleo a las comunidades,
que nosotros los universitarios y jóvenes en general nos debamos a las
comunidades, llevemos nuestra chispa, compromiso, dedicación, creatividad a todo
el país y que no solo sea un simple requisito para graduarnos.
Muchos se preguntan
a diaria cómo cambiar el país, y la respuesta es tan evidente. Como
estudiantes, el cambio comienzo en nuestras universidades, a través de
programas sociales dirigidos a quienes lo necesitan, llevemos educación, salud,
empleo, alegría, organización y sobre todo compromiso. Sé que no es tarea
sencilla, hay un largo camino que recorrer, pero no hay nada mejor que patear
calle y hablar con los vecinos para ayudar al que más lo necesita. Por eso y mucho
más hoy les digo: asumamos nuestro reto.
Edward Porras Dos Santos
Twitter/Instagram: @edward_porrasds