Además de ser cuna de grandes héroes
venezolanos, en la capital del país podemos observar en su día a día lo
arraigado que se ha convertido el estereotipo de la cultura venezolana. La
semana pasada tuve la oportunidad de visitar Caracas, una ciudad hermosa llena
de destinos naturales y culturales impresionantes; el teatro Teresa Carreño, el
museo de arte, ciencia y naturaleza, el Panteón Nacional, la muy nutrida
historia que nos encontramos en gran parte del centro de la ciudad, y más
importante, el icono del caraqueño: el Ávila.
En dos días pude visitar unos
amigos y familiares, y a su vez recorrer el oeste y el este de la ciudad, una
comparación a los que la mayoría de los valencianos decimos el sur y el norte
de nuestra ciudad. Mis padres nacidos y criados en Caracas, desde pequeño me
contaban como fue su vida en Caracas y las realidades encontradas entre los que
vivían en el este y los del oeste, donde la desigualdad era tremenda. Sin
embargo esta vez lo percibí diferente, y es que en ambos sectores la crisis
económica, política y social les ha tocado la puerta, ambos sectores se ven
sumergidos en la ardua tarea de sobrevivir, sin distinción de color político ni
clase social, la incertidumbre es la misma: como terminar un día más sin ser
robados y que le alcance el dinero para llevar comida a la casa.
Además durante el viaje me llamó
mucho la atención la ambigüedad a la que está acostumbrado el venezolano, por
un lado dice estar orgulloso de su ciudad y por el otro está lanzando un papel
al piso. ¿Hasta dónde llegamos como ciudadanos? Los ciudadanos debemos ser los
primeros en cuidar nuestro entorno y poder exigirle a nuestros gobernantes que
cuiden la ciudad, ¿cómo le voy a exigir al Alcalde que recoja la basura si yo
soy incapaz depositar el desperdicio en la papelera más cercana? ¿Con que moral
le exijo a mi gobernante que sea correcto si yo no lo soy? Los gobernantes son
el reflejo de la voluntad del pueblo, y si un pueblo no quiere su patio seguirá
eligiendo gobernantes que no quieren su patio.
La doble moral de nosotros los
venezolanos, ese sentirse orgulloso y no cuidarlo es solo un pequeño ejemplo de
la sociedad en la que nos hemos convertido. Sin embargo no es tarde para cambiar,
para cambiar el país es necesario no solo un cambio de gobierno sino también un
cambio de pensamiento del venezolano, si tan solo tuviésemos un poco de sentido
de pertenencia la realidad del país sería distinta. Se acerca un escenario
sumamente importante que marcara definitivamente el rumbo político, económico y
social de Venezuela, como lo son las elecciones parlamentarias de este año en
donde solo podremos conseguir una victoria si nos comprometemos con el rescate
de los valores que caracterizan al venezolano: trabajo, compromiso, lealtad,
honestidad. Seamos esa fuerza que necesita el país y dejemos de ser un pueblo
con dos caras de la moneda.
Edward Porras Dos
Santos
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